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La victoria de Räikkönen en Brasil en 2007 con Ferrari

09 novembre 2017

Texto: Matt Master

Recordamos el título mundial del finlandés volador hace 10 años


A primera hora de la tarde del 21 de octubre de 2007, el monoplaza de Kimi Räikkönen avanzó lentamente, deteniéndose al lado del McLaren de Fernando Alonso y ocupando la tercera posición de la parrilla en el circuito de Interlagos. En aquel momento, bajo el sol de Brasil, sus expectativas de alzarse con su primer título mundial eran más bien pocas.

Räikkönen no había entrado en las quinielas hasta dos semanas antes, en China, cuando Lewis Hamilton acabó en la grava y redujo su propia ventaja de 14 puntos sobre su compañero de equipo, Fernando Alonso, a solo 4. Aquello dejó a Räikkönen a tres puntos del asturiano y, aunque técnicamente tenía posibilidades, seguía sin ser favorito.

 

Hamilton, en su año de debut, ya mostraba buena parte del precoz talento que pronto le convertiría en uno de los grandes. Era su primera participación en Interlagos y acababa de clasificarse en el segundo puesto de la parrilla, solo por detrás del ídolo local, Massa. 

 

Mientras tanto, Alonso, visto por muchos como el buque insignia de aquella generación de pilotos, disfrutaba de la gran ventaja psicológica de ser el único piloto candidato al título que ya lo había ganado antes.

 

El termómetro marcaba 36 grados cuando se apagó el semáforo del recién pavimentado circuito de São Paulo. Massa arrancó muy fuerte sobre el nuevo asfalto, pero fue Räikkönen el que hizo la mejor salida, dejando atrás a Hamilton al llegar a la primera curva. 

 

Alonso también adelantaría a su compañero de equipo dos curvas después, en una agresiva maniobra que obligó a Hamilton a abrirse y bajar al octavo puesto.

 

Hamilton respondió inmediatamente, abriéndose paso entre los participantes, pero sufrió problemas con la caja de cambios que le obligaron a volver a bajar al 18.º puesto. Muy pronto, los Ferraris dominaban la carrera desde las dos primeras posiciones, con una ventaja considerable, y en aumento, sobre un contrariado Alonso, que iba en tercera posición. 

 

Hamilton, mientras tanto, necesitaba terminar al menos en séptima posición para tener posibilidades matemáticas de ganar el campeonato.

Tras reiniciar la caja de cambios, el británico redobló sus esfuerzos, adelantó a varios rezagados y aprovechó la retirada de Mark Webber para remontar hasta la 11.ª posición en la vuelta 15. 

 

Tal y como iba la carrera en aquel momento, su compañero y rival Alonso ganaría el campeonato para McLaren, con Massa llevándose el preciado último triunfo de la temporada.

 

Sin embargo, tras la segunda parada en boxes del brasileño, Räikkönen, ligero de combustible y habiendo ahorrado goma, se marcó una serie impresionante de vueltas rápidas que resultarían más decisivas de lo que él mismo imaginaba.

 

No solo le daban ventaja en el tramo final de la carrera, sino que también implicaban que Hamilton ya no tenía que terminar séptimo, sino quinto, si quería ser campeón del mundo.

 

Todas las miradas estaban puestas en el McLaren del británico, que se había arriesgado con una estrategia de tres paradas pero que ahora se abría paso, con neumáticos frescos, entre monoplazas que acusaban el desgaste de haber ido a dos paradas. Con la retirada de Barrichello y el Red Bull de Coulthard bajando puestos tras un trompo, consiguió alcanzar su antes anhelado séptimo puesto, pero ya no era suficiente.

 

Räikkönen le había quitado de las manos el campeonato a Hamilton y había convertido un déficit de 17 puntos en Shanghái en una ventaja de un punto en Interlagos. Logró una victoria inverosímil, ajustadísima y de las más memorables para el finlandés, famoso por su impasibilidad. Tanto Hamilton como Alonso terminaron con 109 puntos, por detrás de los 110 de Räikkönen.

 

En su primer año en Ferrari, su primera victoria en Interlagos le había dado también su primer título mundial; y por el mínimo margen.