Dave Snelson, campeón de montaña con Ferrari
Texto: Matt Master
Conocemos al ganador del Campeonato de montaña Pirelli Ferrari de 2017
Dave Snelson se ve como un tipo normal. Dave, no David, nos insiste, con su cálido tono de las Midlands desde el asiento del conductor de su Giallo Modena 458. Ha estacionado junto a una gasolinera para charlar y el rumor de su motor V8 de 4,5 litros suena de fondo en la chirriante conexión hasta que, por fin, queda en silencio.
La verdad, no obstante, es que Snelson es cualquier cosa menos normal. Un hombre hecho a sí mismo de 55 años curtido en la conducción de furgonetas Transit y que ahora acaba de ganar el Campeonato de montaña Pirelli Ferrari de 2017, convirtiéndose así en uno de los pocos que ha levantado el trofeo en sus 30 años de historia.
Snelson, director de una empresa, compró su primer Ferrari hace 15 años —un 355— y desde entonces su pasión ha ido a más. En estos años, al menos 19 modelos diferentes han pasado por sus manos. Su colección actual incluye de forma permanente, además del 458 de hoy, un Rosso Scuderia F430.
De hecho, fue con el F430 con el que Snelson obtuvo la victoria en el campeonato este año, un título que ha conseguido en su segunda participación y en el que ha ganado 13 de las 23 carreras en las que ha participado, estableciendo además un nuevo récord británico en Brands Hatch.
Snelson nos revela por casualidad que se enteró de la existencia del campeonato Pirelli mientras leía una revista de coches en el baño. Su mujer lo animó a participar y, en poco tiempo, ambos se habían consagrado a ella.
La competición está abierta a Ferraris de todas las épocas, por lo que para equilibrar la diferencia entre modelos, utiliza un sistema de ventajas que garantiza una competición reñida durante toda la temporada.
Las reglas de la competición estipulan que los coches deben estar circulando de manera legal y deben conducirse en el circuito sin apoyo, sin piezas de repuesto ni contenedores cargados de neumáticos nuevos.
Se trata, por tanto, de una manera sencilla de introducirse en el deporte del motor, ya que los requisitos establecidos para circular mantienen asequible la competición y, además, para los pocos obstáculos que puedan presentarse siempre se puede contar con un paddock amistoso y listo para ayudar. Estamos hablando de una carrera de aficionados organizada de la manera más democrática y accesible posible.
Sin embargo, tal y como Snelson nos cuenta, eso no significa que la carrera no esté reñida en los primeros puestos. Se permiten dos turnos de prueba antes de dos tramos cronometrados, en los que apenas unas centésimas marcan la diferencia. Además, cuando ves —nos cuenta— los coches llegando a cimas sin visibilidad a casi 190 km/h, no se puede dudar del compromiso de los pilotos.
Snelson se ha mantenido en buena forma gracias a su experiencia en algunos rallies y a sus repetidas visitas al circuito Nordschleife de Nürburgring y aun así, puede recordar varios momentos delicados en camino hacia su primer título, entre ellos, un trompo a toda velocidad durante más de 90 metros en Prescott que describe modestamente como “el lugar en el que corté el césped”.
Como era de esperar, está determinado a defender su título en 2018, aunque para ello haya de encontrar hueco entre los miles de kilómetros que acumula en sus viajes europeos por carretera –como parte de la peregrinación a destinos emblemáticos de la conducción que realiza junto a otros dueños de primorosos Ferraris–. “Yo los utilizo, no me paso el tiempo sacándoles brillo”, dice de sus coches. “Trabajo muy duro y disfruto conduciéndolos”.
Y, además, en el sentido más auténtico de la palabra, que es para lo que se crearon.