Las cuatro fantásticas de Ferrari
¿Qué tienen en común una diseñadora de joyas, una empresaria del sector textil, la dueña de un club de equitación y una ejecutiva de marketing? Una pasión por los coches que se fabrican en Maranello. La revista oficial de Ferrari las ha entrevistado y les ha preguntado qué es lo que hace a Ferrari tan especial.
Lepa Galeb-Roskopp creció en Montenegro, y posteriormente se mudó a París motivada por su interés en el mundo de la moda. Más tarde se trasladó a California, donde fundó su empresa de diseño de joyas, Misahara. Aún recuerda el primer Ferrari que vio, un Testarossa, en Silicon Valley en la década de los ochenta. Aunque por aquel entonces no le interesaban mucho los coches, hoy en día, como diseñadora de joyas, ve el parecido entre su proceso creativo y el espíritu de Ferrari, y la sinergia entre su labor de diseño y la manera en la que Ferrari fabrica sus coches. Aprecia ese «intenso esmero por la perfección».
Lepa es dueña de un GTC4Lusso y de un F12tdf. El primero es para un uso práctico, «del día a día»; el segundo es «para rutas de fin de semana», preferentemente por la autopista 9, en Silicon Valley. En la autopista 1 a Santa Bárbara participó en una de sus rutas más memorables: una Cavalcade de unos 50 coches a lo largo de la costa del Pacífico. Para una mujer tan inmersa en el arte de diseñar joyas preciosas, la reacción de Lepa al ver un Ferrari es visceral. «Cuando veo uno, sonrío», dice. «La emoción que suscita es inmediata». Hasta el sonido del motor le llama la atención: «Es increíble. Te sube la adrenalina de forma automática».
Shindy Xin Di Meng, fundadora y directora creativa de Camin, una empresa de diseño textil líder en China, recuerda la primera vez que vio un Ferrari, un F355 Spider, aparcado en el puerto de Sídney: fue «amor a primera vista». Shindy —que nació en Shanghái, emigró a Sídney de adolescente, y desde entonces ha vivido en ocho países diferentes— es una amante de los deportes de motor, una pasión que descubrió cuando fue testigo de la victoria de Ferrari en el Gran Premio de Shanghái de 2004. A aquello le siguió pronto un curso Pilota Intro, y empezó a participar en Cavalcades. Su primer Ferrari fue un 458 rojo, que describe como «el mejor regalo de cumpleaños, y además, de mi parte».
En 2012, Shindy se convirtió en la primera persona de nacionalidad china en competir en una Cavalcade, y su mejor marca personal hasta la fecha es un nada desdeñable tercer puesto en Estados Unidos, al volante de su Ferrari California T. Pero su momento más feliz fue la victoria, el pasado año, en la 70.ª edición del Rally de China Ruta de la Seda, a los mandos de su 458. Le gusta tanto conducir que hasta ubicó la sede de su empresa a 30 kilómetros del centro de la ciudad «para poder pasar tiempo a solas con mi coche».
Tras una carrera en el mundo de la moda, Charlotte Dunkerton acaba de embarcarse en una nueva aventura empresarial: un club de equitación en la región de los Cotswolds, con balneario y restaurante. Le gusta recorrer las carreteritas de la campiña británica con su Ferrari F12berlinetta, un coche que, dice, «siempre me dibuja una sonrisa en la cara». A años luz del primer coche que tuvo: un Fiat Panda con el volante a la derecha.
Hay quien reserva su Ferrari para ocasiones especiales, pero Charlotte no. «Me gusta conducirlo siempre que puedo», insiste. «Es mi coche favorito, y lo conduzco a todas horas y por todas partes». ¿Y es tan entusiasta como para dejarles las llaves a sus amigos? «¡Soy muy celosa de mi Ferrari! Así que no, no dejo que lo conduzca nadie más». Al conducirlo tan a menudo, Charlotte se asegura de hacerle un lavado y limpieza profesionales todas las semanas. Al pedirle que describa lo que le atrae de Ferrari, explica: «Como casi todo lo italiano, es de una artesanía superior».
Esther Ma, presidenta y fundadora de Prestique Limited, una de las principales agencias de marketing de Hong Kong, recuerda la primera vez que sus ojos se posaron en un Ferrari. Fue hace 20 años y lo conducía el padre de un amigo. Hoy, Esther conduce el que, para ella, es «el modelo más femenino»: un Ferrari California. «Me encanta que mis dos niñas tengan tanto sitio en el asiento», dice. «Y el maletero, que es muy grande; caben cómodamente dos bolsas de golf». Esther, que como ejecutiva de marketing es muy directa, responde con la misma precisión al pedirle que resuma la marca en tres palabras: «Prestigio. Calidad. Artesanía».
Y es tan minuciosa en el cuidado de su coche —lavado diario, encerado trimestral y revisiones «según sea necesario»— como estricta a la hora de dejar que lo conduzcan otros: solo a su marido le permite ponerse al volante de vez en cuando. «Pero solo para viajes cortos», aclara.El Ferrari de Esther también es una ventaja para su trabajo: recuerda llevarse de paseo en su California a un cliente, que alucinó. «Lo dejé impresionado con mis dotes de conducción», ríe. Y cerró el trato.