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Mansell hace historia para Ferrari en México

26 ottobre 2017

Texto: Matt Master

En vísperas del Gran Premio de México, rememoramos esta carrera legendaria de 1990


A más de 2000 metros sobre el nivel del mar, el aire en Ciudad de México es notablemente fino. En el Autódromo Hermanos Rodríguez de 4,3 kms, los coches tienen sed de potencia en las largas rectas y niegan la fuerza descendente vital a través de sus implacables y rápidas curvas: un prodigioso desafío para ingenieros y pilotos.

 

A finales de junio de 1990, la sexta ronda de la temporada de Fórmula Uno regresó a México, con la legendaria pareja de Alain Prost y Nigel Mansell al frente de la Scuderia Ferrari.

 

Prost era campeón del mundo, aunque con el antiguo equipo McLaren, y ya había conseguido su primera victoria para la Scuderia. Mansell, en su segunda temporada para el equipo, todavía conseguiría complicar las cosas en la clasificación.

 

Llegó el domingo y tras el caos habitual al cambiar el semáforo, Ayrton Senna y su compañero de equipo Gerhard Berger rápidamente mostraron la autoridad de McLaren en la carrera, saliendo juntos al final de la segunda vuelta.

 

Sin embargo, Prost no se rendía. En cuestión de pocas vueltas se había librado del pelotón de la carrera y andaba a la zaga de los que iban en cabeza.

 

Se libró del Williams de Patrese y Thierry Boutsen en una rápida sucesión, y cuando Berger hizo un cambio de neumáticos, entró de repente en contienda. A falta de 15 vueltas, Prost adelantó a Mansell y puso su punto de mira en Senna, quien de repente parecía aminorar el ritmo.

 

Prost le adelantó con increíble facilidad en la vuelta 60 de 69, y el neumático de Senna reventó tres vueltas después acabando su carrera en las circunstancias más crueles.

 

Sin embargo, el espectáculo no había terminado. Cuando quedaban solo tres vueltas, un Berger renaciente había pasado a Mansell y ahora los dos se disputaban una batalla por el segundo puesto, Mansell zigzagueando tras el austríaco, presionando y buscando cualquier resquicio para adelantarlo.

 

No lo hubo. Berger pilotó sin fisuras sobre unos neumáticos adecuados y no tuvo nada que hacer más que defender su puesto durante los pocos minutos que restaban.

 

Lo que ocurrió a continuación aún se considera una de las mayores maniobras de carreras de la historia de la F1, por la mera valentía que exigió. En la penúltima vuelta, cuando todas sus posibilidades se esfumaban rápidamente, el perseverante Mansell superó a Berger en la curva 14, la infame, arriesgada Peraltada en la que Ricardo Rodríguez perdió la vida tres décadas antes.

 

Un giro de 180 grados a la derecha, increíblemente rápido, antes de la recta principal, se consideraba el giro más peligroso del circuito, quizás de la temporada, y uno que Berger podría controlar razonablemente a su llegada a la meta.

 

Berger no tuvo en cuenta el temperamento de su antiguo compañero de equipo, o en la fe de Mansell en su Ferrari calzado por Goodyear. En el último momento lanzó el 641-F1 y en un movimiento que generó una explosión de ruido y de euforia en las gradas cercanas, superó al McLaren por fuera y logró la primera y la segunda posición para Ferrari.

Prost alcanzó el primer puesto del podio ese día, pero Mansell acaparó toda la atención. Él declaró tras la carrera que había cerrado los ojos al pasar por la Peraltada, pero consolidó su status en México.

 

Veinticinco años después, cuando se volvió a construir el trazado para cumplir con las normas modernas, la curva final se fue rebautizada en su honor.