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Pasión

Historias de amor venidas de Japón

En nuestra penúltima mirada a las asombrosas colecciones de cuatro de los propietarios más veteranos de la marca, nos unimos a Koichi Hoya, que se enamoró de Ferrari en el momento en que vio una foto de un 250 GTO en la escuela secundaria…
Texto: Kevin M. Buckley
Foto: James Whitlow Delano

Fue en su segundo año de instituto cuando Koichi Hoya vio por primera vez un Ferrari en un libro japonés titulado «Coches deportivos del mundo».  «No podía apartar los ojos de aquella berlinetta de nariz larga», recuerda. Hablamos de una época en que la marca Ferrari no era muy conocida en Japón pero, tras ver la imagen de un prototipo del 250 GTO, se convirtió en un amante de los coches y, más concretamente, de Ferrari.


Hoya junto a su Ferrari 812 GTS

A los 34 años, su sueño de poseer uno se hizo realidad con la compra de su primer Ferrari, un 512 BBi. Eso fue hace cuarenta años. «Aquel primer Ferrari fue el más extraordinario. El motor de inyección era tan silencioso como rápido», recuerda. «Y me sorprendió lo cómodo que era conducir con la nueva marca de neumáticos». 


Empezó a sentir una particular admiración por los diseños de Fioravanti. Sin renunciar al 512 BBi, compró un Ferrari «Daytona» 365 GTB/4 de 1971, del que apreciaba la robustez del volante y el pedal de embrague. Aquel Ferrari de 12 cilindros con motor delantero tenía un encanto completamente diferente al del modelo con motor central.


«Es difícil de manejar a baja velocidad», afirma. «Pero en cuanto alcanzas cierta velocidad, te cautiva la relajada sensación de giro del motor V12 y su sonido. Verdaderamente, es un magnífico gran turismo», añade con admiración. Sin embargo, aquel anhelo infantil de poseer un 250 GTO no desapareció, sino que permaneció con él «como un sueño dentro de un sueño».


Hoya visitó Maranello como uno de los pocos japoneses que había encargado un F40. «Me acomodé en el asiento del pasajero del prototipo y di dos vueltas al circuito de Fiorano»

Adquirió un 275 GTB4 para intentar aproximarse a aquel legendario modelo. Su cuadragésimo cumpleaños supuso un punto de inflexión en su aventura con Ferrari. Se enteró de que Ferrari iba a anunciar un modelo para el 40 aniversario de la marca. Además, se corrió la voz de que sería un modelo directamente relacionado con el mundo de las carreras, emulando la idea en la que se había basado el GTO. 


Hoya decidió hacerlo suyo. Sería la forma de celebrar su propio cumpleaños. «Nunca olvidaré», asegura, «que en mayo de 1988, unos meses antes de la muerte de Enzo, visité Maranello por ser uno los pocos japoneses que habían encargado oficialmente el F40. Me acomodé en el asiento del pasajero del prototipo y di dos vueltas al circuito de Fiorano». Hoya quedó encantado con el excepcional rendimiento de aquel F40. 


Dentro de la cabina de su amado 365 GTB / 4 'Daytona'

Ese día se dio cuenta de que acababa de iniciarse una nueva era de coches de carretera de alto rendimiento estrechamente ligados a las carreras. Desde entonces, la política de Hoya ha sido adquirir modelos emblemáticos de 12 cilindros poco comunes, como el F512 M y el 550 Barchetta, ambos difíciles de encontrar en sus respectivas generaciones.  También compró un 599 GTB Fiorano, su único Ferrari de dos faros, aparte de un 488 Pista que, al ser un modelo V8 biturbo inspirado directamente en el automovilismo, para él representaba una segunda versión del F40. 


La última incorporación a la flota de la familia Hoya es el 812 GTS. «Tecnológicamente, la evolución es extraordinaria, ¿verdad?», declara. «Cuando pienso que el 812 GTS reúne todas y cada una de las innovaciones tecnológicas de Maranello, me quedo impresionado. Soy un verdadero entusiasta de la marca Ferrari y no podría estar más contento».


Según él, el 812 GTS es «silencioso y veloz». La misma sensación que tuvo hace 40 años con aquel 512 BBi. Él la llama «el resultado de la innovación acumulada». Cuando describe su propia historia de compra de coches, adopta un tono filosófico. «Un Ferrari representa un sueño. Pero una vez alcanzado, debes saber que habrá otro. En el mundo de Ferrari siempre hay una “sucesión de sueños”».