La primera victoria en la Mille Miglia
Enzo Ferrari definía la Mille Miglia como «un museo ambulante único en el mundo», tanto por las características de los coches participantes, auténticas joyas, como por los lugares y paisajes que regalaba el largo trazado de la carrera, íntegramente en territorio italiano. Ferrari ganó la última edición competitiva de esta carrera, en 1957, con Piero Taruffi. Pero la escudería ya dominaba la prueba desde hacía 24 años.
Corría el mes de mayo de 1933 cuando casi cien coches se alinearon en la línea de salida de la carrera, que partía de Brescia, discurría por el valle del Po y los Apeninos, llegaba a Roma y volvía a Lombardía. A lado y lado, una exultante multitud aplaudía a los vehículos en el centro de Brescia, ciudad conocida como «la leona de Italia». Apenas les dio tiempo a aclamar a Tazio Nuvolari, Baconin Borzacchini o Luigi Scarfiotti, padre de Ludovico, antes de que los vehículos salieran en dirección a Cremona.
El primer punto de control estaba situado en Bolonia, así que la primera parte de la carrera se desarrolló a velocidades de vértigo, en largas rectas bordeadas de álamos y olmos. Aldeas y ciudades vieron cómo las cruzaban aquellos coches a más de 200 km/h. Borzacchini, con una velocidad media récord de 160 km/h, llegó el primero al pie de las dos torres, con cierta ventaja sobre sus perseguidores, entre los que estaban sus compañeros de equipo Tazio Nuvolari y Piero Taruffi.
Borzacchini llegó también líder a Roma, a ritmo de plusmarca y aumentando su ventaja sobre Nuvolari, que llevaba en su coche al mecánico Decimo Compagnoni. En cambio, uno de los grandes favoritos, el alemán Manfred Von Brauchitsch, al volante de un Mercedes, las pasó moradas con los neumáticos: pinchó tres veces en menos de cincuenta kilómetros, y en Roma ya decidió tirar la toalla.
Los participantes iniciaron el regreso a Brescia, pero Borzacchini se vio obligado a retirarse al rompérsele el motor del coche. El liderazgo pasaba así a Nuvolari, al volante del otro Alfa Romeo 8C 2300 de Scuderia Ferrari, con sus buenos trece minutos de ventaja sobre Carlo Castelbarco, que llevaba un coche idéntico. El «Mantuano Volador» decidió continuar con la máxima cautela; tanta, que ganó la carrera pero no estableció un nuevo récord de velocidad media. Castelbarco, entretanto, tuvo problemas y terminó a casi 27 minutos de Nuvolari, pero conservó el segundo puesto. Fue la primera victoria de Ferrari en la Mille Miglia. Una jornada para enmarcar para el equipo de Módena, con broche final: el tercer puesto de Piero Taruffi junto al mecánico Lazzaro Pellegrini Quarantotti.