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El arte de esculpir el futuro

29 marzo 2021

Texto - Giosuè Boetto Cohen

Mucho antes del diseño asistido por ordenador y la impresión 3D, los artesanos construían prototipos a escala real de los nuevos modelos Ferrari a base de madera, chapas de acero y mucha paciencia. Era un trabajo de precisión... y pasión


En los años 50 y 60, todos los prototipos nacían sobre papel. Daba igual si eran modelos fuera de serie o de producción. Los primeros bocetos, desde los dibujos a escala (normalmente 1:10), hasta las vistas en tamaño real, se originaban sobre una hoja en blanco de papel rosa pálido parecido al material que usaban los carniceros para envolver la carne.

Así era como los diseñadores llegaban a los planos a escala 1:1, el “piano di forma” de la carrocería, que eran la piedra angular del proyecto y proporcionaban una visión bidimensional del coche.

Luego venían los modelos 3D realizados en madera. Unos trabajadores increíblemente hábiles elaboraban las secciones necesarias en madera a partir de los planos. Los diseños de papel se clavaban sobre la madera maciza, donde los pequeños orificios hechos por los clavos o tachuelas creaban un patrón que, acto seguido, se cortaba. A continuación, las distintas piezas se encajaban entre sí para producir la “escultura” y cualquier hueco se rellenaba con fragmentos de madera y resina.


Después de un mes de trabajo, había finalizado el mascherone. Curiosamente, aunque una de las definiciones que da el diccionario de esta palabra italiana alude a máscaras de carácter grotesco, lo cierto es que, durante varias décadas, los mascheroni fueron una herramienta de trabajo inestimable para los carroceros, ya que proporcionaban la primera forma tridimensional de los nuevos modelos. Podríamos decir que representaban el momento de la verdad en el proceso de producción.

El modelo a escala real ocupaba un lugar preminente en el centro del taller y podía retocarse ocasionalmente para añadir piezas de relleno o quitarlas. El battilastra, el operario que daba forma a las planchas metálicas para hacer la carrocería del coche, iba de un lado a otro colocando guardabarros y puertas sobre el modelo, y haciendo pequeños ajustes a mano o con un mazo, hasta que aquella piel de aluminio o acero se ajustaba a la perfección.


En el caso de prototipos de coches únicos o de exhibición, el mascherone tenía una vida corta. A veces no se hacía el modelo completo, o solo se construían los componentes más complejos.


Por otra parte, si el prototipo iba destinado a una serie pequeña hecha a mano, era preciso realizar el modelo completo y reforzar (con acero) los ángulos exteriores sometidos a mayor desgaste. Este proceso conducía a la creación de un manichino revestido de acero en el que los operarios podían emplear los mazos con mayor libertad. En italiano, la palabra manichino se utiliza también para designar los maniquíes hechos de madera almohadillada que emplean los sastres para ver “cómo queda un traje”.

Lamentablemente, casi ninguno de estos modelos ha sobrevivido hasta nuestros días. Por lo general, caían presa del desgaste o se utilizaban como leña para la estufa porque el espacio en los talleres era precioso y, en aquel tiempo, nadie pensaba en dejar recuerdos.

Paolo Martin y Piero Stroppa vivieron aquellos años de oro del mascherone en las carroceras italianas Michelotti, Bertone y Pininfarina, y nos ayudaron a “construir” esta historia. Ambos eran diseñadores y modeladores extraordinariamente hábiles en su día y lo siguen siendo. Hace solo unos años, Martin hizo un prototipo de madera a escala 1:1 para un hipotético Bugatti. Stroppa también ha estado ocupado. “Estoy enamorado de aquellos recuerdos”, explica el diseñador, que trabajó para Pininfarina de 1970 a 1974, “y creo que no tiene sentido sentir pasión por los coches clásicos si no entiendes cómo nacieron”.

Se ha dedicado a ilustrar los métodos de diseño de aquella época dorada y artesanal a través de dibujos, maquetas e incluso caricaturas. Su última creación, algo que a todos nos encantaría tener, es el impresionante mascherone a escala 1:10 del espléndido Dino 206 GT diseñado por Aldo Brovarone en Pininfarina. En la galería de imágenes de arriba puede contemplarse su delicado proceso de creación, que hoy, como entonces, es más una forma de arte que una industria.

Esperamos que este sí sobreviva.