Peter Sellers: Una vida al límite

11 abril 2016

John Naughton

El famoso actor de comedia Peter Sellers era una especie de alma en pena, que encontró consuelo en su amor por los coches rápidos


Peter Sellers siempre tenía prisa. Cuando el actor y comediante sufrió su último y fatal infarto, en julio de 1980, tenía 54 años, pero en ese lapsus de tiempo ya se había convertido, primero en una estrella de la radio y, luego, del cine, aclamado a nivel internacional tanto por sus papeles cómicos como por los serios. Su carisma, su ingenio rápido y su mímica impecable lo convirtieron en una persona inmensamente rica, protagonista de todas las portadas, amigo de la nobleza británica y de las estrellas de Hollywood, mientras que en su afán por encontrar la mujer perfecta ya se había casado cuatro veces, entre ellas, con la futura chica Bond Britt Ekland. 

 

Los coches rápidos ocuparon un lugar central en su vida, tanto para estrechar relaciones con otros amantes de la velocidad, como Lord Snowdon, como para impresionar a sus amistades femeninas. El Ferrari 275 GTB/4 con volante a la izquierda de Peter Sellers fue su compañera diaria durante la época que vivió en Ginebra, a mediados de los años sesenta.


La velocidad que buscaba tras el volante se reflejaba en su espíritu inquieto, que lo llevaba a ir en busca del siguiente proyecto, mujer, coche, capricho, casa... a un ritmo cada vez más frenético. De hecho, lo que ha alimentado su leyenda y lo ha convertido en fuente de inspiración de muchos de los actores más famosos de hoy es el hecho de que Sellers era tan inestable mentalmente como físicamente imperfecto. Le encantaba decir que su éxito se debía a que no tenía personalidad. 

Lo cierto es que sí tenía personalidad, aunque no muy agradable. A veces, podía ser terriblemente egoísta y distaba mucho de ser un padre ideal. 

Sin embargo, junto a estos defectos tenía un talento sublime, una capacidad de encarnar personajes tan diversos y convincentes como el inspector Clouseau en las películas de la Pantera Rosa y Chase en Being There (Bienvenido Mr. Chance) por la que fue nominado al Oscar, hasta los múltiples papeles en Dr. Strangelove (¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú) al siniestro Clare Quilty en Lolita


En 1960, como señal premonitoria de la década que le esperaba, la vida de Sellers pasó de repente al Technicolor. Fue elegido para la película The Millionairess (La Millonaria) junto a la joven Sophia Loren y, a pesar de que estaba casado con Anne Howe y tenía dos niños pequeños, se encaprichó inmediata y vergonzosamente de la célebre actriz italiana. Aunque no existen pruebas de que fuera correspondido, este enamoramiento provocó la ruptura de su matrimonio. 


Tras el primer infarto, en 1964, el ritmo de trabajo aumentó, pero disminuyó la calidad y se puso en manos del clarividente Maurice Woodruff para cualquier decisión que estuviera relacionada con su carrera. Desarrolló un odio maniacal por los colores verde y morado, y su capacidad para distinguir entre fantasía y realidad mermó drásticamente.

Los objetos caros y los coches de lujo (quizás como reacción a las penurias de la guerra) fueron una constante en su vida. Los Bentleys y los Rolls-Royces eran su debilidad. Una de sus primeras adquisiciones fue un Silver Cloud, que había pertenecido a Cary Grant. Cuando la vendió, puso un anuncio en el Times que decía “Coche con título desea desprenderse de su propietario”. Tuvo tres Ferrari –un 500 Superfast, un 275 GTB y un 250 GTE.

Su funeral concluyó con In the Mood de Glenn Miller y el humor ha caracterizado algunos de los mordaces epitafios que recibió en su muerte. El mejor de ellos fue el de su ex productor y director, Ray Boulting: ‘Como hombre era despreciable, probablemente su peor enemigo, no obstante la gran competencia.’ Es difícil creer que Peter Sellers no hubiera sonreído al escuchar estas palabras.